Era un día perfecto. Uno de estos días sin nubes en que hace la temperatura perfecto. Uno estos días cuando el sol envuelve la piel en un abrazo tibio y reconfortante. Uno de estos días que te sientes tan seguro que nada mal podría pasar en un clima tan acogedor. En uno de estos días, un grupo de amigues se sentían juntes en la hierba de un parque. Mientras almorzaban, hablaban entre sí, se reían, y lo pasaban muy bien. Había sido mucho tiempo desde que comieron juntes. Aunque vivían en la misma ciudad, con los trabajos y las familias creciendo, era casi imposible encontrar una hora que convenía a todes. Pero hoy fue diferente y les amigues disfrutaban de cada segundo que tenían juntes antes de volver a sus vidas normales. De repente, vieron que una mariposa apareció en el centro de manta. Era preciosa, más grande que las mariposas que solían ver en estas partes, casi el tamaño de una palma de sus manos. Era un azul brillante y su color titilaba en los rayos del sol. Aleteó las alitas
Cuando escribo, he notado un cambio en el contenido según el público. Con los trabajos que hacemos para la clase, suelo dejar tantos detalles fuera como sea posible, y no comparto mucho sobre mí misma. La posibilidad de tener que leer mi escritura en frente de todos cambia lo que digo. Me siento más cómoda escribiendo en mi diario personal, pero aun así tengo miedo de dejarlo en algún lado en el campus y por eso también allí me retengo un poco. Realmente, la única manera en que me siento libre de expresarme es dentro de mis propios pensamientos, donde nadie se va a dar cuenta de lo que estoy pensando. En esta clase lo que no digo en mi escritura usualmente trata de mi identidad. ¿Debo escribir sobre mi experiencia de ser mujer de color, las preguntas que tengo todavía alrededor de mi identidad biracial y cómo lo entiendo dentro de mi ambiente privilegiada? ¿Debo compartir el miedo que sentí el verano pasado cuando mi hermano lideró las protestas de Las Vidas Negras Importan en su ciuda